"Esa Gente"
Esta entrada va dirigida a aquellos que se refieren, de forma despectiva, a la ola de inmigrantes que entran a los EE.UU.; refiriéndose a ellos como "esa gente".
"Esa gente" viene de países que han sido víctimas del fracaso del sistema económico más cruel e inhumano que ha existido en la historia: el capitalismo. Un sistema que, disfrazado como "democracia", perpetúa la desigualdad mientras trata como mercancía los elementos más esenciales de toda sociedad: el agua, la salud, la educación y el trabajo. Un sistema que, sufriendo la resistencia de los movimientos libertadores, ha aprendido a sostenerse de forma sutil, reemplazando los fusiles por armas más poderosas: los medios de comunicación. Estos medios, financiados por los dueños del capital, cuentan con grandes recursos para acceder a las masas, y deciden qué información presentar, cómo presentarla y cuál no presentar. Los medios conocen los gustos de la mayoría, y buscan con esto comprar, de forma sutil, la conciencia de los pueblos.
"Esa gente" es víctima de aquello que Lenin llamara "la fase superior del capitalismo": el imperialismo. Contrario al siglo pasado, donde la fuerza militar era un factor determinante a la hora de repartir el poder entre las potencias, en este siglo el imperialismo se vale de los medios de comunicación, que éste controla, para desinformar y cambiar la opinión pública en contra de líderes de movimientos libertadores. También se vale de su vasto acceso a los recursos de capital, ahogando económicamente todo país que no se subordine a los caprichos que dictan sus "fuerzas de mercado". De ahí que tantos países en Latinoamérica hayan cedido sus recursos a las empresas multinacionales, a cambio de empleos malpagos y sin que su clase trabajadora tenga derecho a organizarse políticamente para mejorar sus condiciones de empleo. El resultado: una clase trabajadora más empobrecida, trabajadores desplazados, pobreza. Y una cosa trae la otra: la falta de recursos de la clase trabajadora no le brinda el lujo de tener el tiempo de organizar sus comunidades y demandar a sus gobiernos protección contra la delincuencia y el crimen organizado.
"Esa gente", aterrorizada, cruza las fronteras humanas para buscar la seguridad económica (y las otras seguridades que la misma trae) que la metrópolis le ha arrancado a sus países. Países con vastos recursos naturales, que pudiesen explotar para el beneficio de la mayoría, pero que han pasado a manos de las multinacionales, apoyada por gobiernos que éstos no pueden elegir. Porque detrás de la máscara de la mal llamada "democracia" que sostiene a estos gobiernos, existe el bipartidismo, la compra del poder y el control de la desinformación. La educación, el mayor recurso que tienen los pueblos para tomar decisiones sabias a la hora de involucrarse en los procesos políticos, ahora se trata como mercancía en forma de escuelas "charter". Los dueños del capital se han adueñado de la educación: la fórmula perfecta para crear esclavos del sistema, mientras esclavizan a los maestros; arracándoles el derecho para organizarse y exigir mejores condiciones de empleo.
"Esa gente" viene de países que pagaron, a precio de sangre, su libertad. No han tenido el mal llamado "privilegio" de ser ciudadanos de la metrópolis, con ciudadanías impuestas a cambio de servir en guerras que no son suyas; o a cambio de vivir en una economía de dependencia, frágil ante los vientos de cualquier fenómeno natural- y ante los vientos de un Congreso elitista que mira a sus colonizados como seres inferiores. Países que se forjaron frente al acecho de los imperios y crearon su propia identidad.
"Esa gente" no viene a quitarnos nuestros trabajos. Vienen a aceptar muchos trabajos bajo condiciones que nadie más querría aceptar. Pero, lamentablemente, el racismo y la xenofobia promulgados por la metrópolis, mediante los medios de comunicación que ésta controla, se han encargado de desprestigiarlos. Y mucha gente, dentro de la ignorancia que les crea el sistema en que viven, se hacen eco de los gritos, los insultos y el desprecio que estos sentimientos generan.
"Esa gente" es también víctima de aquellos que se dicen "cristianos". El imperio ha sacado provecho del fanatismo religioso para crear alianzas políticas que adelanten los intereses de grupos religiosos, llevando al poder gobiernos que criminalizan la inmigración y perpetúan la desigualdad que lleva a la pobreza extrema y la inseguridad-- motores de la emigración masiva que está ocurriendo.
Reflexionemos sobre todo lo anterior, y no dudemos en abrir las puertas a nuestros hermanos mexicanos y sudamericanos, quienes hoy más que nunca, en este mundo dominado por los grandes intereses, nos necesitan.
"Esa gente" viene de países que han sido víctimas del fracaso del sistema económico más cruel e inhumano que ha existido en la historia: el capitalismo. Un sistema que, disfrazado como "democracia", perpetúa la desigualdad mientras trata como mercancía los elementos más esenciales de toda sociedad: el agua, la salud, la educación y el trabajo. Un sistema que, sufriendo la resistencia de los movimientos libertadores, ha aprendido a sostenerse de forma sutil, reemplazando los fusiles por armas más poderosas: los medios de comunicación. Estos medios, financiados por los dueños del capital, cuentan con grandes recursos para acceder a las masas, y deciden qué información presentar, cómo presentarla y cuál no presentar. Los medios conocen los gustos de la mayoría, y buscan con esto comprar, de forma sutil, la conciencia de los pueblos.
"Esa gente" es víctima de aquello que Lenin llamara "la fase superior del capitalismo": el imperialismo. Contrario al siglo pasado, donde la fuerza militar era un factor determinante a la hora de repartir el poder entre las potencias, en este siglo el imperialismo se vale de los medios de comunicación, que éste controla, para desinformar y cambiar la opinión pública en contra de líderes de movimientos libertadores. También se vale de su vasto acceso a los recursos de capital, ahogando económicamente todo país que no se subordine a los caprichos que dictan sus "fuerzas de mercado". De ahí que tantos países en Latinoamérica hayan cedido sus recursos a las empresas multinacionales, a cambio de empleos malpagos y sin que su clase trabajadora tenga derecho a organizarse políticamente para mejorar sus condiciones de empleo. El resultado: una clase trabajadora más empobrecida, trabajadores desplazados, pobreza. Y una cosa trae la otra: la falta de recursos de la clase trabajadora no le brinda el lujo de tener el tiempo de organizar sus comunidades y demandar a sus gobiernos protección contra la delincuencia y el crimen organizado.
"Esa gente", aterrorizada, cruza las fronteras humanas para buscar la seguridad económica (y las otras seguridades que la misma trae) que la metrópolis le ha arrancado a sus países. Países con vastos recursos naturales, que pudiesen explotar para el beneficio de la mayoría, pero que han pasado a manos de las multinacionales, apoyada por gobiernos que éstos no pueden elegir. Porque detrás de la máscara de la mal llamada "democracia" que sostiene a estos gobiernos, existe el bipartidismo, la compra del poder y el control de la desinformación. La educación, el mayor recurso que tienen los pueblos para tomar decisiones sabias a la hora de involucrarse en los procesos políticos, ahora se trata como mercancía en forma de escuelas "charter". Los dueños del capital se han adueñado de la educación: la fórmula perfecta para crear esclavos del sistema, mientras esclavizan a los maestros; arracándoles el derecho para organizarse y exigir mejores condiciones de empleo.
"Esa gente" viene de países que pagaron, a precio de sangre, su libertad. No han tenido el mal llamado "privilegio" de ser ciudadanos de la metrópolis, con ciudadanías impuestas a cambio de servir en guerras que no son suyas; o a cambio de vivir en una economía de dependencia, frágil ante los vientos de cualquier fenómeno natural- y ante los vientos de un Congreso elitista que mira a sus colonizados como seres inferiores. Países que se forjaron frente al acecho de los imperios y crearon su propia identidad.
"Esa gente" no viene a quitarnos nuestros trabajos. Vienen a aceptar muchos trabajos bajo condiciones que nadie más querría aceptar. Pero, lamentablemente, el racismo y la xenofobia promulgados por la metrópolis, mediante los medios de comunicación que ésta controla, se han encargado de desprestigiarlos. Y mucha gente, dentro de la ignorancia que les crea el sistema en que viven, se hacen eco de los gritos, los insultos y el desprecio que estos sentimientos generan.
"Esa gente" es también víctima de aquellos que se dicen "cristianos". El imperio ha sacado provecho del fanatismo religioso para crear alianzas políticas que adelanten los intereses de grupos religiosos, llevando al poder gobiernos que criminalizan la inmigración y perpetúan la desigualdad que lleva a la pobreza extrema y la inseguridad-- motores de la emigración masiva que está ocurriendo.
Reflexionemos sobre todo lo anterior, y no dudemos en abrir las puertas a nuestros hermanos mexicanos y sudamericanos, quienes hoy más que nunca, en este mundo dominado por los grandes intereses, nos necesitan.
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